La progresiva implantación de las nuevas tecnologías es un constante
desafío en el mundo de la educación desde principios del siglo XXI. La
necesidad de preparar a las nuevas generaciones para que desarrollen
de manera responsable e integral la competencia digital que luego les
permitirá alcanzar de manera mucho más satisfactoria la ciudadanía
digital en la sociedad es un hecho indiscutible.
Sin embargo, el vertiginoso avance de todo tipo de herramientas y
aplicaciones, especialmente la irrupción de la inteligencia artificial desde
hace unos años, cuestiona y pone en boga mucho del trabajo que se
realiza en los centros educativos, así como el papel del profesorado
como transmisor e incluso como guía para los procesos de enseñanza y
aprendizaje del alumnado.
Para enfrentar este dilema recurrimos al trabajo en clase a partir de los
libros de texto que debidamente adaptados, explicados y amoldados a
un formato que el alumnado sienta como original es la base para,
entonces sí, digitalizar estos contenidos ajenos a la acción de la
Inteligencia Artificial, pues estos han sido elaborados en el mismo
grupo-clase y son el resultado de un trabajo hecho por y para ellos lo
que, sin duda, les va a facilitar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Por tanto, el papel de “lo digital” se limita al formato pero no a los
contenidos ni a las competencias del currículo.